4) Pero, ¿quién ayudará a mi corazón a escucharla siempre? ¡Qué dulces son tus palabras! Habla, Señora mía, al corazón de tu servidor, pues tu servidor te escucha. Yo soy servidor tuyo y servidor de tu Hijo. Pero digo más: tú eres mi Madre y Jesús es mi hermano. Me atrevo a añadir esto, porque tú lo has engendrado no sólo para ti, sino para todo el mundo.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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