8) Los más grandes y los más devotos alaban magníficamente; los que sólo tienen un poco de aceite, que lo ofrezcan de buena gana al Hijo y lo consagren a la Madre de la gracia. Habría que hacer callar ante la excelencia de la gloria y de la dignidad del magnífico Hijo de una Madre Virgen, pero como María no desprecia a los pequeños ni a los pecadores, admitirá misericordiosamente tu alabanza dentro del coro de los que la alaban, como afirma el santo profeta: "El pobre y el miserable alabarán su nombre". Esto debía decirse, aunque brevemente, según las propias modestas posibilidades, pero con lenguaje sencillo y con sinceridad.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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