2) No me aparto, ni te dejo. Permaneceré siempre a tu lado, hasta que te compadezcas de mí. Conozco tu incomparable dulzura y el maternal afecto de tu corazón, tan ardoroso por la abundancia del divino amor, que resulta inconcebible el temor de que llegue a faltar tu consuelo.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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