4) Muéstrame, pues, a Jesús, y ya no necesito ver ninguna otra cosa. No pido ni deseo otro aliciente fuera de Jesús, tu Hijo, mi refugio particular, tu único gozo. Oh mi Señora, Santa María, ardo en deseos de ver a Jesús, a quien tú amas antes de todo y por encima de las demás cosas. Mi corazón desea a Jesús, mi afecto invoca a Jesús.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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