3) Yo acudo a ti con mucha frecuencia y con gran esperanza, para merecer siempre ser favorecido por tu auxilio y reanimado por el aliento de tus palabras, tanto si los asuntos me marchan bien como si me marchan mal. Si tú nos ofreces tus consuelos, ¿qué tristeza puede tener lugar en el corazón?, ¿cómo el enemigo podría dañar al que siempre puede recurrir a ti?
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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