13) En mi modesta opinión y lejos del peligroso sondeo de los misterios divinos, me parece que puedo identificar en estas doce estrellas -quizá sin congruencia- las doce prerrogativas con que está adornada María: prerrogativas del cielo, prerrogativas de la carne y prerrogativas del corazón. Si este número tres lo multiplicamos por cuatro, probablemente tendremos las doce estrellas, que hacen brillar la corona de nuestra Reina a los ojos de todos. Para mí, el fulgor resplandece en la natividad de María, en la anunciación, en la intervención del Espíritu Santo, en la inefable concepción del Hijo de Dios. Ustedes, en la medida de su diligencia, podrán profundizar mejor el tema. A mí me basta haber señalado tan sólo algunas consideraciones. Pero, si se quiere ahondar más en el significado místico de las doce estrellas, léase el discurso de san Bernardo, que comienza así: "Un gran signo apareció en el cielo".
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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