4) Al observar tamaños sufrimientos en el Hijo, al que amaba de manera singular y por encima de todo, se debió a un verdadero milagro el que haya podido seguir viviendo todavía en el cuerpo, mientras su alma era traspasada por la espada del dolor todas las veces que vio y oyó al Hijo lamentarse, dilacerado y escarnecido. Martirio realmente único para la madre desolada y para la Virgen tierna, con el corazón atormentado y sufriendo con el Hijo más atrozmente que un mártir tendido sobre el caballete de tortura.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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