jueves, 21 de mayo de 2015

Mayo 21

            5) Si ustedes hermanos, aman a nuestra Señora, y si desean su ayuda en todas las tribulaciones, deténganse con ella junto a la cruz de Jesús, tomando parte de todo corazón en los padecimientos de ambos, para que ella, en la hora de su muerte, ruegue solícitamente a fin de que se les perdonen su pecados y faltas. Efectivamente, el que ruega, recuerda y medita con devoción y frecuencia la pasión del Señor y las lágrimas de su dolorosísima Madre, bien puede esperar en la misericordia de Dios y en la bondad de la Madre y del Hijo, que ellos estén presentes en sus necesidades y lo conforten al momento de morir. ¡Qué dichosa aquella alma que amó en vida a Jesús y a María, y meditó diariamente la dolorosa presencia de ella al lado de la cruz de Jesús! Feliz el religioso que desprecia todos los placeres mundanos y ha elegido a nuestra Señora como madre consoladora, guardiana y protectora de toda su vida.

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