6) ¡Feliz e inmaculada Virgen María, dignísima de toda alabanza y honor, con la que cada uno debe sentir la necesidad de abrazarse con todo amor y respeto! ¡Espléndida piedra preciosa de las vírgenes, predestinada por Dios desde el principio y antes de todos los siglos para dar a luz en la plenitud de los tiempos al Redentor del mundo! Deseada de los patriarcas, preanunciada por los profetas, elegida de muchos reyes y de muchos justos, fuiste largo tiempo esperada por el devotísimo pueblo de Israel y, por fin, visiblemente donada al mundo enfermo por la misericordia de Dios.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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