10) Feliz el alma devota que en esta tierra tenga a Jesús y a María como íntimos amigos: comensales a la hora de comer, compañeros en los viajes, solícitos en la necesidad, consoladores en los sufrimientos, consejeros en las incertidumbres, auxiliadores en los peligros y en el momento de la muerte. Dichoso el que se considera peregrino en esta tierra y estima como la máxima alegría tener de huéspedes a Jesús y María en los profundo de su corazón.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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