12) Es tan grande la dignidad de María, que supera a todos los santos en pureza y gracia. Tú tendrás su cuidado, que te ha sido encomendado por el Sumo Rey del cielo. Por lo tanto, ofrécele con diligencia tus servicios, ríndele homenaje, préstale inmediata atención. Permanece junto a la cruz, vela por la Virgen, sostenla, abrázala, reanímala si desfallece, consuélala si rompe en llanto. Llora con ella que llora, gime con ella que gime, síguela si camina, detente si se detiene y siéntate con ella, si decide sentarse.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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