jueves, 12 de marzo de 2015

Marzo 7

Capítulo IV

"Mujer, aquí tienes a tu hijo"

          1)   Te bendigo y te agradezco, Señor Jesucristo, consolador de todos los aflijidos, por el doloroso respeto con que miraste a tu amadísima Madre al pie de la cruz, presa de angustia mortal. La inmensidad de su dolor la conocías bien solamente tu, que eras profundo conocedor de su corazón y no tuviste en la tierra un ser más querido que tu Virgen Madre. Pero tampoco ella amó a nadie más que a ti, su divino Hijo, a quien apenas nacido de su seno, reconoció como Señor de todas las cosas y su Creador. Por lo cual, al verte pendiente de la cruz a ti, a quien amaba infinitamente, vivía más en ti que en sí; y casi totalmente abstraída de sí, estaba también ella pendiente de la cruz: “crucificada” en espíritu contigo, aunque con el cuerpo estuviese todavía al lado de la cruz, bañada en lágrimas.

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