2) Te bendigo, te alabo y te honro, elegida Madre de Dios y humilde "servidora del Señor" (Lc. 1, 38), por todos los cariñosos servicios y las necesarias ayudas que prestaste a Cristo hecho hombre, tu Hijo; por las múltiples persecuciones, por las privaciones, por los trabajos y las fatigas que soportaste pacientemente con él.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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