miércoles, 25 de marzo de 2015

Marzo 25

          5) Te bendigo, te alabo y te glorifico, oh benignísima y piadosísima Madre de Dios, María, por todos tus ejercicios de devoción y tus sagradas meditaciones acerca de la ley de Dios, a los que te dedicabas día y noche; por tus muy fervorosas oraciones, por las lágrimas y los ayunos que ofreciste a Dios con tanto empeño por la conversión de los pecadores y la perseverancia de los justos; por tu gran compasión hacia los pobres y los enfermos, hacia los tentados y los oprimidos de angustia; por tu intenso deseo de la salvación del género humano, del que sabías que tenía que ser redimido por la muerte de tu Hijo.

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