Capítulo VII
María y el misterio de la resurrección
1) Te bendigo y te doy gracias, Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios-que te encarnaste por nuestra salvación en el seno de la Virgen María- por tu gloriosa y verdadera resurrección, que hoy ha tenido lugar; y sobre todo por tu aparición sumamente jubilosa y secreta, que te dignaste conceder a tu Santísima Madre María, mientras se hallaba en oración en su solitario cuartito. Te estaba esperando con inmenso deseo, y con la confianza de que te aparecerías a ella- antes que a todos tus piadosos amigos y a las santas mujeres que eran dignas de tu afecto y familiares-, a fin de consolarla con incomparable dulzura y confortarla mediante tu presencia corporal en el ropaje de la alegría y en la gloria de tu inmortalidad.
María y el misterio de la resurrección
1) Te bendigo y te doy gracias, Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios-que te encarnaste por nuestra salvación en el seno de la Virgen María- por tu gloriosa y verdadera resurrección, que hoy ha tenido lugar; y sobre todo por tu aparición sumamente jubilosa y secreta, que te dignaste conceder a tu Santísima Madre María, mientras se hallaba en oración en su solitario cuartito. Te estaba esperando con inmenso deseo, y con la confianza de que te aparecerías a ella- antes que a todos tus piadosos amigos y a las santas mujeres que eran dignas de tu afecto y familiares-, a fin de consolarla con incomparable dulzura y confortarla mediante tu presencia corporal en el ropaje de la alegría y en la gloria de tu inmortalidad.
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