3) Ella no fue con las otras mujeres a visitar tu sepulcro, no por debilidad, por miedo o por la intensidad del dolor, sino porque abrigaba la total certeza de que ibas a resucitar al tercer día. Por lo cual, esperanzada en que acudirías a su encuentro, se quedó en casa, para rezar y aguardar tu llegada con enorme deseo. Precisamente por eso mereció ser la primera en verte: porque te amaba y te deseaba, había creído en ti y no había dudado jamás de tus palabras.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
No hay comentarios :
Publicar un comentario