11) Te alabo y te honro, con todos tus santos y con todos tus fieles devotos del mundo, por el dulce coloquio y por el íntimo encuentro que tuviste con tu amadísima Madre María en su aposento, aislado de todo el bullicio exterior, durante el cual conversaste con ella de los sobrenaturales misterios del Reino de Dios, de los goces del paraíso, de los coros de los ángeles, de las almas santas sacadas del lugar de la espera y conducidas a las alegrías del cielo, junto con Enoc y Elías.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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