lunes, 27 de abril de 2015

Abril 24

          10) No enviaste un ángel, no un arcángel, no a Miguel, ni a Gabriel, ni a Rafael, tus mensajeros oficiales, ni a ninguno de los dignatarios terrenales, distinguidos, adornados de oro, plata y piedras preciosas, a visitar a tu Madre, Reina del cielo, nuestra amada Señora; sino que nadie lo supiese y sin ningún aviso previo, para visitar y consolar a tu Santísima Madre. Ella estaba en oración y rebosaba de fe, en la expectativa de tu retorno del sepulcro con el cuerpo glorioso. Sabía, efectivamente, que acerca de tu pasión y resurrección, todo tenía que suceder como tú mismo lo habías dicho y según mucho tiempo antes lo anunciaron los profetas. Pero este, que tú has querido, es un día de alegría y que debe mantenerse como el más santo y el más jubiloso entre todos los días más sagrados.

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