8) Te alabo y te glorifico por esos interminables nueve meses durante
lo cuales te escondiste como niño en la estrechez de un seno virginal,
esperando tu tiempo para nacer. Tú que, como Dios, no tienes tiempo ni tienes
edad, pero ordenaste todas las cosas en el tiempo con la admirable armonía.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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