3) Clementísima Madre de Dios, socórreme en esta desgracia; ayúdame, Señora mía; protégeme, amadísima Virgen María, puerta de la vida y de la misericordia. Te pido aliento y ayuda. Tú conoces mejor que ninguno qué gran dolor causa la pérdida de Jesús y cuánta alegría reporta su hallazgo. Santísima Virgen, si esto sucedió contigo, que no tenías ninguna culpa, ¿qué puede haber de tan extraordinario, si la gracia de Jesús no atiende las esperanzas de un pecador, que lo ofende de tantas maneras?
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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