14) Oh santa y dulce infancia, que infunde en el corazón de los hombres la verdadera inocencia, por la cual toda edad retorna a ti dichosa y se vuelve semejante a ti, no por debilidad de los miembros, sino por la humildad de los sentimientos y por la bondad de las costumbres. Concédeme seguir tus santas huellas, clementísimo Jesús, que para dar a todos los hombres ejemplo de virtud y de eterna salvación, quisiste nacer de la Virgen María a medianoche. Permíteme, pues, que pueda darte gracias y cantar tus alabanzas con los ángeles y con toda la milicia celestial, a los que quisiste como felices mensajeros de tu sagrado nacimiento.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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