9) Oh admirable y
maravillosa dignación, Dios de inmensa gloria, que no te desdeñaste de hacerte
despreciable y de asumir, para salvarnos, nuestros sufrimientos, tú, que
creaste todas las cosas sin esfuerzo. Oh dulcísimo Jesús, esplendor de la
gloria eterna, cuanto más me has demostrado tu bondad; cuanto más te has vuelto despreciable por mí,
tanto más te amo.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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