Además,
debes afligirte por estar tan alejado de las verdaderas virtudes: de la
profunda humildad, de la santa pobreza, de la perfecta obediencia, de la
purísima castidad, de la devotísima oración, de la muy ferviente caridad.
Virtudes todas ellas que habitan en María, Madre de Jesús. Por lo mismo,
arrójate a sus pies como un pobre mendigo, para que puedas obtener, por lo
menos, el mínimo grado de esas virtudes, ya que no eres capaz de alcanzar el
más alto a causa de tu indolencia.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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