12) Pero ay de aquellos que se aburren, que la rezan sin devoción, que no reflexionan sobre sus palabras más valiosas que el oro, que no saborean sus copas de miel, que tantas veces recitan el Avemaría sin atención ni respeto. Oh dulcísima Virgen María, presérvame de una tan grave negligencia y falta de atención, perdona mi pasado desempeño. Seré más devoto, más fervoroso y más atento al recitar el Avemaría, cualquiera sea el lugar en que pudiera hallarme.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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