domingo, 25 de enero de 2015

Enero 23

          7) El hijo. ¡Palabras maravillosas, rebosantes de toda dulzura celestial! Sublime voz que desciende de lo alto como rocío sobrenatural, trayendo aliento a los pecadores y alegría a los justos; melodía del cielo que se derrama en la conciencia de los desesperados. ¿Y quién soy yo para que la Madre de mi Señor me hable a mí? Bendita seas, Madre Santísima, y sean benditas tus palabras. Ellas son leche y miel sobre tu lengua, y su aroma es superior a todos los demás aromas.

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