8) Quiera el cielo que, para satisfacer mi deseo de honrarte y de saludarte eternamente desde lo profundo del corazón, todos mis miembros se transformen en lenguas y las lenguas en voces de fuego. Madre de Dios, quisiera poder dirigirte este saludo como pura y santa ofrenda de oración, en expiación de todas mis culpas, por las cuales he merecido la ira divina, he entristecido gravemente a tu Hijo, he deshonrado y ofendido muy a menudo a ti y a toda la corte celestial.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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