9) Dado que mi vida es frágil y caduca a causa de todos mis excesos, de todas mis negligencias, de todos los pensamientos vanos, inmundos y perversos, quiera el cielo que todos los espíritus bienaventurados y las almas de los justos, con purísima devoción y muy ardiente plegaria, te dirijan, oh Beatísima Virgen María, y repitan cien veces en tu honor el altísimo saludo con que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueron los primeros en querer saludarte por medio del ángel. De alguna manera, hallaría así un digno incienso de suave fragancia, ya que en mí nada hay de bueno ni nada que merezca recompensa.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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