15) Adolezco asimismo de pobreza en sabiduría y en ciencia espiritual, pero la gracia de Dios es suprema maestra y dispensadora de la disciplina celestial. Por consiguiente, ella me basta para instruirme en todos los asuntos necesarios, y me disuade de buscar cualquier cosa fuera de lo imprescindible, y de querer conocer temas más allá de lo lícito. Pero amonesta y enseña a humillarse y a contentarse solamente con ella.
“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.” (Apocalipsis 12, 1)
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